La resistencia a la insulina, medida mediante el índice de triglicéridos-glucosa (TyG), podría predecir la velocidad de deterioro cognitivo en pacientes con enfermedad de Alzheimer en fases tempranas. Así lo demuestra una nueva investigación presentada en el Congreso 2025 de la Academia Europea de Neurología (EAN), que sugiere que un marcador metabólico rutinario y de bajo costo podría tener valor clínico pronóstico en esta patología neurodegenerativa.
El estudio, liderado por neurólogos de la Universidad de Brescia (Italia), analizó los historiales médicos de 315 pacientes no diabéticos con algún grado de déficit cognitivo, incluyendo 200 con diagnóstico confirmado de enfermedad de Alzheimer mediante biomarcadores. Todos los participantes fueron sometidos a una evaluación de resistencia a la insulina a través del índice TyG y seguidos clínicamente durante tres años.
Los hallazgos, publicados en la revista Alzheimer’s & Dementia, revelan que los pacientes con Alzheimer ubicados en el tercio superior de valores TyG experimentaron un deterioro cognitivo significativamente más rápido, con una pérdida promedio superior a 2,5 puntos por año en el Mini Examen del Estado Mental (MMSE). El cociente de riesgos instantáneos fue de 4,08, lo que indica una probabilidad cuatro veces mayor de deterioro acelerado en comparación con aquellos con TyG más bajo.
Relevancia en la fase prodrómica del Alzheimer
«Una vez que se diagnostica un deterioro cognitivo leve, las familias siempre preguntan qué tan rápido progresará», afirmó la Dra. Bianca Gumina, investigadora principal del estudio. “Nuestros datos muestran que un marcador metabólico simple, disponible en todos los laboratorios hospitalarios, puede ayudar a identificar a los sujetos más vulnerables que podrían ser candidatos adecuados para terapias dirigidas o estrategias de intervención específicas”.
La investigación se centró en el Deterioro Cognitivo Leve (DCL), etapa prodrómica del Alzheimer, caracterizada por trayectorias clínicas muy variables. En este contexto, el índice TyG podría permitir una estratificación temprana del riesgo, algo especialmente útil para adaptar medidas terapéuticas o preventivas en una ventana de oportunidad aún modificable.
Si bien estudios previos ya habían establecido vínculos entre la resistencia a la insulina y la aparición del Alzheimer, esta es una de las primeras investigaciones en demostrar su asociación con la velocidad de progresión de la enfermedad.
Mecanismos fisiopatológicos vinculados a la insulina
El índice TyG, calculado con base en los niveles de glucosa y triglicéridos en sangre, es una herramienta ampliamente accesible en la práctica clínica. En el caso del Alzheimer, se postula que la resistencia a la insulina interfiere con múltiples mecanismos fisiopatológicos: reduce la captación de glucosa a nivel neuronal, promueve la acumulación de placas amiloides, altera la barrera hematoencefálica y estimula procesos inflamatorios. Todos estos factores contribuyen al deterioro cognitivo progresivo.
“Nos sorprendió observar el efecto solo en el espectro de Alzheimer y no en otras enfermedades neurodegenerativas”, explicó la Dra. Gumina. “Esto sugiere una vulnerabilidad específica de la enfermedad al estrés metabólico durante la ventana prodrómica, cuando las intervenciones aún pueden cambiar la trayectoria”.
Implicaciones para diagnóstico, ensayos clínicos y tratamiento
Los investigadores, dirigidos por el profesor Alessandro Padovani y el profesor Andrea Pilotto, también hallaron que niveles elevados de TyG se asociaban con alteración de la barrera hematoencefálica y con factores de riesgo cardiovascular. Sin embargo, no se observó interacción con el genotipo APOE, lo que indica que los factores de riesgo metabólicos y genéticos podrían actuar mediante rutas fisiopatológicas independientes.
Este descubrimiento podría tener múltiples aplicaciones prácticas. En primer lugar, permitiría identificar pacientes con Alzheimer temprano que presenten mayor riesgo de deterioro rápido y, por ende, candidatos prioritarios para nuevas terapias modificadoras de la enfermedad, ensayos clínicos o intervenciones en el estilo de vida dirigidas a mejorar la sensibilidad a la insulina.
En segundo lugar, se abre la posibilidad de incorporar esta medición en programas de detección temprana y seguimiento, e incluso explorar su correlación con biomarcadores de neuroimagen para una caracterización más precisa del curso clínico del Alzheimer.
“Si la focalización del metabolismo puede retrasar la progresión, tendremos un objetivo fácilmente modificable que funcionará junto con los nuevos fármacos modificadores de la enfermedad”, concluyó la Dra. Gumina.