Un estudio liderado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) de España ha identificado por primera vez que el propionato de imidazol (ImP), un metabolito generado por la microbiota intestinal, no solo se asocia, sino que causa directamente la aterosclerosis, abriendo caminos innovadores para su detección temprana y tratamiento personalizado.
Un hallazgo revolucionario en la aterosclerosis
Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son la principal causa de muerte en el mundo, con aproximadamente 17,9 millones de fallecimientos anuales.
Tradicionalmente, la aterosclerosis el endurecimiento y estrechamiento de las arterias se ha atribuido al acúmulo de lípidos y colesterol. Sin embargo, el nuevo trabajo publicado en Nature documenta que el propionato de imidazol (ImP), producido exclusivamente por ciertas bacterias intestinales durante el metabolismo de la histidina, ejerce una acción causal sobre la patología arterial.
El papel del ImP en la inflamación arterial
El equipo de investigadores, encabezado por Annalaura Mastrángelo e Iñaki Robles‑Vera, demostró que la administración de ImP en modelos murinos induce la formación de placas ateroscleróticas. Este metabolito activa el receptor imidazolínico de tipo 1 (I1R) en células mieloides, desencadenando una cascada inflamatoria sistémica que favorece la acumulación de macrófagos y lípidos en la íntima arterial.
Mecanismos moleculares y vías de señalización
A nivel molecular, ImP se une al I1R (también conocido como nischarin), modulando la respuesta inflamatoria de los macrófagos y promoviendo la expresión de mediadores proinflamatorios. Estudios complementarios publicados en Nature describen además que ImP interfiere con la vía PI3K/AKT y regula el factor de transcripción FOXO1, perjudicando la función endotelial y contribuyendo al deterioro vascular.

Implicaciones diagnósticas: un marcador accesible
Hasta ahora, la detección temprana de aterosclerosis activa requería técnicas de imagen avanzada como tomografía computarizada coronaria que son costosas y de uso limitado en sistemas de salud pública. El hallazgo de ImP como biomarcador en sangre supone una ventaja diagnóstica significativa: un simple análisis de metabolitos podría identificar a pacientes aparentemente sanos con aterosclerosis activa, permitiendo intervenciones preventivas más eficaces.
Perspectivas terapéuticas: bloqueo del eje ImP–I1R
Los experimentos en ratones evidenciaron que el uso de antagonistas del I1R previene la inducción de aterosclerosis por ImP y ralentiza la progresión de la enfermedad incluso bajo dieta rica en colesterol. Este doble bloqueo de la producción microbiana de ImP y de su receptor en el huésped abre la vía a tratamientos combinados que podrían actuar de forma sinérgica contra la aterosclerosis.
Relevancia clínica y futuros pasos
El descubrimiento sitúa al microbioma intestinal como un actor central en la patogénesis de las ECV y plantea nuevos retos:
- Validación en cohorts diversas: Ampliar estudios en poblaciones de distintos orígenes étnicos y rangos etarios.
- Desarrollo de fármacos específicos: Diseño de compuestos que modulen la producción de ImP por la microbiota sin alterar otras funciones beneficiosas.
- Integración en guías clínicas: Incorporar la medición de ImP en protocolos de evaluación cardiovascular de riesgo.
Hacia un nuevo paradigma en el control de la aterosclerosis
La identificación de ImP como agente causal de la aterosclerosis supone un cambio de paradigma en la comprensión y abordaje de las enfermedades cardiovasculares. Este hallazgo traslada el foco de atención más allá de los factores de riesgo tradicionales como el colesterol elevado, la hipertensión arterial y el tabaquismo hacia la compleja interacción entre el huésped y su microbiota.
Al reconocer a ImP como biomarcador y motor de inflamación arterial, los clínicos dispondrán de una herramienta accesible para detectar de forma precoz la actividad aterosclerótica en pacientes asintomáticos, lo que podría traducirse en intervenciones preventivas tempranas de alta eficacia. Además, la capacidad de modular la producción microbiana de ImP o bloquear su receptor I1R abre la puerta a terapias personalizadas, combinando inhibidores de estatinas con antagonistas del eje ImP–I1R para potenciar un efecto sinérgico.
Investigadores y autoridades sanitarias deberán trabajar de forma conjunta para validar estos hallazgos en cohorts multicéntricos y desarrollar protocolos estandarizados de dosificación y seguimiento clínico. A su vez, la industria farmacéutica enfrenta el desafío de diseñar compuestos selectivos que corrijan el desequilibrio metabólico sin comprometer otras rutas microbiotas beneficiosas.
En última instancia, esta aproximación integral puede redefinir las guías de práctica clínica, instar a una revisión de las recomendaciones dietéticas enfocadas en la salud intestinal y promover campañas educativas dirigidas a profesionales y pacientes, con el objetivo de integrar el control de la microbiota en las estrategias de prevención y tratamiento de la aterosclerosis.
