Aunque México ha mejorado notablemente el control del colesterol y el uso de estatinas, el riesgo promedio de enfermedades cardiovasculares (ECV) aumentó entre 2016 y 2023, según un estudio presentado en ACC Latinoamérica 2025. Las ECV siguen siendo la principal causa de muerte en el país, con un costo económico y social elevado. Los factores más influyentes, hipertensión arterial, diabetes, obesidad, tabaquismo y condiciones socioeconómicas adversas, continúan afectando a millones de personas, especialmente en áreas urbanas con menor acceso a servicios preventivos.
El análisis, liderado por el Dr. César Daniel Paz-Cabrera del Instituto Nacional de Salud Pública, utilizó modelos de riesgo desarrollados específicamente para América Latina, lo que permitió una predicción más precisa de la carga cardiovascular local. “Las decisiones sobre modelos de riesgo deben basarse en las herramientas más exactas disponibles para cada población”, explicó el investigador.
¿Qué modelos se usaron para estimar el riesgo cardiovascular en México?
El estudio comparó dos herramientas de predicción, Globorisk-LAC y el modelo de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Ambos calculan el riesgo a 10 años de sufrir enfermedad coronaria o accidente cerebrovascular, pero difieren en su origen poblacional y sensibilidad regional.
Globorisk-LAC, construido a partir de datos de nueve cohortes en seis países latinoamericanos, ofrece tablas de riesgo específicas para 31 países, incluido México. En cambio, el modelo de la OMS se basa en información de regiones de altos ingresos, lo que puede limitar su precisión local.
Los resultados fueron consistentes: el riesgo promedio de ECV aumentó en todos los modelos. Globorisk-LAC estimó riesgos de 9,5 % (laboratorio) y 9,2 % (consultorio), mientras que la OMS reportó un aumento más modesto del 4,4 %. Según Paz, el modelo global tiende a subestimar el riesgo real debido a que los coeficientes internacionales no reflejan las altas tasas mexicanas de obesidad y diabetes en edades más tempranas.
Mejora en el control metabólico, pero con deficiencias en prevención secundaria
El estudio evidenció avances notables en el control de los factores metabólicos. El uso de estatinas entre personas elegibles pasó del 1 % en 2016 al 59 % en 2023, lo que refleja una mayor adherencia a las guías terapéuticas.
De acuerdo con la ENSANUT 2023, el colesterol LDL (“malo”) mostró mejor control en los grupos de riesgo bajo, moderado y alto, pero empeoró en el de riesgo muy alto, que concentra los casos más graves. A su vez, el control de la glucemia alcanzó 78,6 % y el de la presión arterial, 46,5 %.
Estas cifras revelan progresos en la atención preventiva, aunque persisten deficiencias en la continuidad del tratamiento. “Es fundamental garantizar mecanismos eficientes de adquisición de medicamentos e insumos médicos para evitar interrupciones terapéuticas y complicaciones futuras”, enfatizó Paz.
¿Qué políticas públicas han contribuido al control de factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares?
México ha implementado una serie de intervenciones regulatorias pioneras con resultados positivos en salud cardiovascular. Entre las más destacadas figuran los impuestos a las bebidas azucaradas, las etiquetas frontales de advertencia, la eliminación de ácidos grasos trans industriales y la prohibición de venta de ultraprocesados en escuelas.
Estas políticas han demostrado impacto en la reducción del consumo de productos nocivos y en la sensibilización social sobre hábitos saludables. No obstante, los especialistas advierten que su efectividad depende de su aplicación sostenida y del refuerzo desde la atención primaria.
La Secretaría de Salud y el Consejo de Salubridad General han aprobado recientemente guías nacionales basadas en evidencia para la prevención y tratamiento de la hipertensión, la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico y la obesidad, con el objetivo de integrar la prevención cardiovascular en el modelo de atención primaria.
Desafíos estructurales para el sistema de salud mexicano
El incremento del riesgo cardiovascular, incluso con mejores indicadores clínicos, refleja la influencia de determinantes sociales y patrones de vida urbana que las intervenciones médicas por sí solas no logran revertir.
El sistema enfrenta el reto de fortalecer la detección temprana, mejorar la adherencia terapéutica y asegurar el acceso equitativo a medicamentos y seguimiento médico. Además, la incorporación de modelos predictivos locales en las decisiones de política pública puede optimizar la asignación de recursos y focalizar intervenciones en grupos vulnerables.
El estudio también resalta la importancia de la cooperación internacional. Organismos como la OPS y el BID pueden contribuir al desarrollo de herramientas regionales de evaluación de riesgo, adaptadas a las características demográficas y culturales de América Latina.
Más allá del control de colesterol y glucemia, la estrategia nacional deberá incorporar políticas multisectoriales que aborden la inequidad social, la contaminación ambiental y los hábitos alimentarios. La consolidación de una cultura de salud preventiva, junto con sistemas de vigilancia y educación sanitaria robustos, será clave para revertir la tendencia ascendente.